Monday, January 23, 2012

Hotfile, Mediafire, Rapidshare… ¿cuál sigue?

Hace algunos meses el panorama era muy distinto del que vivimos hoy. Los proyectos de la calaña de SOPA y PIPA atemorizaban sólo a mentes paranoicas; el dueño de Megaupload, Kim Schmitz (aka Kim Dotcom), era sólo un pintoresco (por ser benévolos) empresario que se había hecho conocido por ofrecer recompensa a quien capturase a Bin Laden; y mucha gente confiaba sus archivos personales a servicios pagos como el mencionado, Filesharing o Rapidshare, sin sisquiera pensarlo un nanosegundo. Desde esta semana, podríamos decir, vivimos el fin de una época. El fin de la inocencia.

Es decir, agentes policiales, sin necesidad de ninguna SOPA y sin siquiera media PIPA, pudieron suprimir o congelar de un plumazo la información que infinidad de usuarios (terceros, inocentes, tal vez tú, tal vez yo) habían alojado en un servicio pago. Millones de internautas, a esta hora, no saben si sus discos rippeados (o no), los apuntes de su vida escolar o su colección de películas -infringidas o no las leyes de copyright- sobreviven en algún lugar. O si permanecerán en la sombra, junto a Megaupload.

"¿Cómo puede ser que la gente confiara sus efectos personales en este tipo de servicio?", pregunta en Twitter más de uno. Y yo me animo a rebatir por el contrario: ¿Por qué no? ¿Por qué no van a confiar si estos sitios se promocionaban como una manera de resguardar y compartir archivos sin riesgos? ¿Si son servicios que eran contratados por millones de personas, muchas más -por ejemplo- de los clientes que puede llegar a tener un banco de alguna provincia o estado de cualquier país?

Además, ¿vieron la cantidad de diarios o medios que hoy publican: "Cerraron Megaupload: en qué otras servidores guardar nuestros archivos".

Clic.

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