Thursday, September 08, 2011

Fringe: un verso alternativo

Es injusto tratar de comparar Lost con Fringe, aunque la tentación de hacerlo es realmente grande. Son dos series creadas por la misma persona: JJ Abrams, y le temática relacionada con la ciencia ficción y los universos paralelos, lo ponen realmente fácil. Pero además de injusto, hacer dicha comparación es un error. Parte de esa manía nuestra de no querer reconocer cuando algo grande y único pasa frente a nuestros ojos, y queremos relacionarlo con nuestras experiencias pasadas, y al hacer esta comparación nos perdemos en un mundo de referencias que probablemente no existen, en perder el tiempo tratando de explicar una manifestación artística y en buscar padres hijos y consecuencias.

Al final ocurre que en el debate y la discusión perdemos lo esencial. Dejamos de maravillarnos, aunque estemos maravillados. Somos injustos con nosotros mismos.

Fringe es una serie de televisión única. Tiene los mejores colores que se han visto en años, una fotografía impecable, y una estética casi perfecta. Al mismo tiempo de su enorme calidad técnica, sus actores van creciendo en cada capitulo de forma exponencial, como si en cada episodio descubriéramos dos universos nuevos. Son actores con su propio Big Bang en desarrollo. La historia y el guión han viajado desde episodios mediocres en la primera temporada, al susurro ahogado de sorpresa que dimos al comprender la perfección del universo alternativo. Fringe es la típica serie que promete mucho, y tiene todos los elementos para no cumplir: una historia difícil, un nicho de espectadores en teoría muy pequeño, la necesidad de un alto presupuesto para hacer creíble otro universo, etc. A pesar de todos estos elementos han podido construir un "fuerte" castillo de naipes. Y si nos detenemos un momento la fortaleza de Fringe descansa en un terreno poco claro, así como puede terminar siendo una obra maestra, su recuerdo a través de los años pueda ser similar a los X-Files, la mejor serie de los 90s, que en sus ultimas temporadas fue la peor serie de los 90s.

Fringe es una serie que nos muestra el bien contra el mal bastante distorsionados. Depende de cual lado nos encontremos. Depende de nuestra moralidad. Depende si estamos dispuestos a salvar un universo destruyendo otro. No queda claro si la maldad puede ser opacada por la locura y la ternura, de un viejo científico que se ha quitado a si mismo, parte de su cerebro, para alejar al mal que sus ideas y conceptos producían. No queda claro si la ciencia es buena, es mala, es neutra, o es necesaria. La ciencia termina siendo una excusa para plantear que todos los habitantes del mundo tenemos copias alternativas de nosotros mismos, que mantienen nuestra esencia, pero que pueden haber tenido otro camino al desarrollar el carácter, la ideología e intereses cotidianos. Al final nos podemos enamorar de la copia alternativa del amor de nuestras vidas, y probablemente esa risa diferente no nos importe. Nos enamoramos igual.

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